Quizá lo primero que imaginé al quedarme solo en santiago en uno de los feriados más largos de la historia republicana chilena, es que las calles de la capital estarían vacías. Falso; siguen llenas y con autos más rápidos, Metros Llenos y comercio abierto tal como si la fiesta eterna no existiese.
Pero ha sido una buena idea, esto de quedarse.
En verdad que he descansado y disfrutado ese tiempo de silencio que no tuve en el invierno y que con un clima similar aprovecho ahora. Voy al cine, tomo café en mi sitio favorito y como o tomo lo que quiero, sin que nadie me mire raro. Es bacán.
Yo no sé que tan bueno está el clima en Antofagasta, las cosas en la costa central o el sur tan Folk por estas fechas, pero Santiago, pese a lo descrito anteriormente, aún es apreciable con esa belleza que suele embargarlo cuando más de dos millones de personas deciden irse de la ciudad.
En una idea a modo de especial, trataré de detallar qué es lo que pasa cuando uno decide hacer lo contrario establecido y quedarse cuando todos se van. Espero, sean relatos sinceros y seguidos con sus propios nudos en una fecha determinada.
Trato de hacerme panoramas, pero tengo una misión remunerada que es cuidar el depa de una prima y como defecto, preocuparme de su única moradora, una coker spanish que se llama Antú (Chiquita) . La perrita ha pasado de ser una especie de buena amiga que no pone condiciones (salvo que le tire la pelota) y obedece con sólo mencionar las palabras de orden, en una performance canina que ya lo quisieran algunos adultos.
Me muevo en cleta por las calles semi desiertas y atravieso
He despertado con
Suena “En Mejillones tuve un amor” y es inevitable acordarse de mis viejos. En un zaping mañanero
"Sólo tienes tiempo para esa perra" me dice al teléfono mi madre.
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