Por puro placer

lunes, 5 de marzo de 2012

Un Tango en el Mar

¿Cómo no reconocer el Tiempos Viejos y su "Rubia Mireya"?
te acordás hermano, qué tiempos aquellos!!

Para quien goce y sepa un poco de tango, los acordes son inconfundibles. Y si la ocasión es completa, es porque la voz no es otra que la Gardel.


Fue hace un año en que aburrido de recorrer la feria artesanal en Caldera (una de las 8 que habitualmente se abren en el verano) escucho desde una puerta de calamina que sale fuerte ruido de tango compitiendo honesta y valientemente al hit veraniego de entonces. Al entrar, un patio iluminado de forma discreta era recorrido por cuatro parejas que parecían estar en el living de su casa danzando a su propio estilo, con el son zigzagueante que exige el bandoleón en algunos momentos del tema, cuando los violines dejan respiro. Tango puro en el lugar menos esperado.




La historia algunos la conocen. Curioso me acerqué en el descanso a una de las parejas, la más longeva y me contaron los detalles de porqué encontrarlos bailando a su edad y que si quería saber más, pues que era invitado con mucho gusto a lo que consideraban una de las galas tangueras más importantes del norte. Tango en el Mar convocaba a los mejores exponentes amateur de este baile, venidos de Iquique, Antofagasta, Calama, Taltal, Chañaral, Vallenar, Copiapó, La Serena y por supuesto, Santiago, a la que consideraban la meca tanguera por excelencia en el país.

Resultó que ni yo mismo esperaba volver al mismo destino y mucho menos verlos ahí, nuevamente, un año después, en la puerta de calamina en el Paseo Gana, cerquita del Tropicana y trasero a un puesto de ropa artesa que vendía un ecuatoriano y su señora, ambos del mismo porte y que si apuraban, podía decir que hasta parecían hermanos. A los mismos a quienes les pedí una rebaja por un gorro que espero, me salve en el invierno.


Doña Idalia y Don Manuel estaban mejor de lo que yo mismo los recordaba. Bailaban un sensual tango con acordes electrónicos que lejos de provocar ridiculez en personas de más de 70 años, generaba una sensación de envidia y ganas. Lograr llegar a esa edad y con la coquetería de dos jóvenes que se desean sin vergüenza ante los asistentes, no podía dejar indiferente a nadie, por lo que concentraban la atención de todos a un costado del espacio de baile.

Tras los aplausos, me presenté nuevamente y tal como aquella vez, fui invitado a los 10 años del evento, con la diferencia de que mi asistencia tenía un motivo: "Lo voy a buscar entre la gente y luego de que bailemos una milonga, el viejo le va a presenta al profesor que viene de Santiago para que no se quede nunca más mirando como los demás se divierten. La cara de bueno pal' Tango no te la quita nadie, chiquillo oye!", Me dijo Idalia convincente y sin soltarme la mano.


160 años antes de todo esto, en el mismo espacio donde se presentarían los tangueros esa noche, salió con rumbo a Copiapó del siglo XIX, la primera locomotora a vapor de Sudamérica. La antigua estación de trenes que presenció uno de los actos más significativos en la historia del transporte en Chile, fue restaurada para convertirse en un centro cultural que asombra por el peso de su historia más que por sus detalles arquitectónicos.

Lleno de gente, principalmente turistas mayores y familiares, tras una serie de cuadros dedicados a figuras del tango y amigos del Club que ya se fueron, salieron a escena mis viejitos con el nerviosismo que cualquiera evidenciaría ante la cantidad de público y luego de una asombrosa muestra de bailarines, cada uno, con más técnica y gracia. Ellos, luego de que la luz se encendiera y comenzara a seguirlos, no hicieron más que sonreír y mirarse, susurrar y besarse al final de un complicado paso. Él la sostiene, ella, suspira por la maniobra que los esfuerza más de lo necesario.


Antes de irme, y de pasar a felicitarlos por su gran noche y de la ovación que generaron al final, Idalia cumple su promesa y sin soltarme la mano me presenta a una de las parejas que bailaron "Mano Brava", una milonga que entusiasmo a todos. "Espero que no te pierdas y nos vemos allá, para que sepas en verdad que significa bailar tango, cabrito" me dijo el hombre, al pasarme una doblada tarjeta de presentación. Yo, todavía la estoy buscando.



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