Por puro placer

domingo, 13 de julio de 2008

Desierto


Ya van dos imágenes borrosas antes de que todo el ambiente esté dominado por una especie de filtro anaranjado y con sonido mono, por culpa de los oídos tapados. Está caluroso, lo que obliga a desprenderse de las capas de lana y fibra sintética que horas atrás hicieron de abrigo, pero que ahora aumentan la sensación de desesperación ante la temperatura que aumenta. No deben ser más de las 8 de la mañana y el bus atraviesa uno de los desiertos más áridos del mundo. Se dice que en el Sahara o el Mojave, hay insectos y algunas especies de roedores que se alimentan de lo que los turistas y lugareños dejan. En el desierto de Atacama, no hay nada más que piedras, tierra muy salada y cielo con muchas tonalidades de azul que van del celeste más claro a un azul distinto, como el de los cuentos o el de los dibujos que uno pintaba en el colegio. No hay ni una sola nube en ese tramo y las cumbres de la cadena de montañas se convierten en lomas de cerros por lo alto que pasa la carretera. Pese a los trucos, los oídos se tapan, a uno le da sed por nada y hace mucha calor.

Mucha gente que va en el bus sabe lo que sucede y por las voces susurradas uno descubre de curioso quienes son primerizos. El filtro anaranjado lo dan las cortinas por donde se evita vagamente que la luminosidad del sol entre por las ventanas y llene todo el bus de una luz muy blanca y ardiente. Fácilmente, te puedes broncear con sólo mirar por la ventana. Si uno se baja, a ver lo que es caminar por la nada misma, no oye sino el viento y tus pasos dependiendo del terreno. Como el verde, el gris o el café amostazado domina algunos paisajes del país, acá la plantilla de colores se divide entre el azul claro y el café oscuro, más el negro de algunas piedras y el camino, que se pierde por la luz y sus rayitas blancas se confunden o simplemente no existen.

Es muy rara la sensación. Casi como si uno no avanzara, pero la respiración y un leve temor al no encontar algo familar en los pasos, hace que mirar atrás hacia el camino y ver con mayor dificultad el vehículo en que uno a llegado, se transforme en la única certeza por ese instante. Lo demás es sólo pensar y mirar con ojitos chicos que la tierra sin nada se extiende en cerros y cerros con planicies y cuencas que uno quisiera saber si alguien alguna vez las ha tocado. Eso hasta que el cielo ya no deja más vista que el azul al lado del café.

Uno de los mejores tramos es el que va desde Chañaral, pueblo costero y puerto de desembarque de cobre de la minera El Salvador de Codelco, a una hora y media de Caldera en la Región de Atacama hasta Antofagasta, que es donde uno de nuevo topa con la costa luego de surcar el interior por donde va la vía principal. Son 400 kilómetros de nada más que la carretera y el paisaje antes descrito. Lo mismo se encuentra entre Antofagasta e Iquique por la ruta interior que va surcando las oficinas saliteras.

Es la ruta para llegar a Calama, María Elena, Baquedano, Sierra Gorda, Carolina de Michilla, Ollagüe, Toconao y San Pedro de Atacama. Pero como uno ya vio antes el tramo desértico por casi 5 horas antes, no impresiona tanto. Quizá porque hay menos piedras y a uno ya empieza a darle las primeras latas de las enormes distancias entre un caserío que conserva el nombre de algo esplendoroso de lo que sólo se quedan algunos muros (Oficina Alemania, Flor de Chile, Rosario o Chacabuco) una loma con una planicie extensa, como si la hubiesen cortado la punta que son las el sobrante material de búsqueda de Salitre y que la gente llama "tortas" porque parecen un bizcocho gigante de tierra o algún cementerio, que son distintos a los del Sur, ya que no tienen muros donde colocar ataúdes, sino que se les entierra a ras de piso delimitado por cercas de madera o metal.

Escucho: Guinea de Gepe, del disco Gepinto de 2005 y que me gusta, entre otras cosas por su frase "este es lugar más alto de la tierra/ Me quedo aquí"

No hay comentarios.:

Alguna vez fueron portada

Seguidores