
Me cargan los carretes de Año nuevo.
Por mí, saludar, hacer las tradiciones divertidas de buenos augurios para el año con mi madre, mirar el cielo si hay algunos fuegos artificiales y chao. Pero como así en el 18 de septiembre se le obliga a uno tomar hasta marearse y bailar cueca o cumbia sin su consentimiento; acá se le exige al joven salir a alguna disco-fiesta-carrete atestado de gente mientras la espalda se te va poniendo morada de los abrazos cada vez más insulsos.
Pato, uno de mis mejores amigos, hace borrón y cuenta nueva todos los años al pasar por mi casa para llevarme a alguna pachangera fiesta; lo digo porque siempre, siempre, llego a la esquina y lo interrumpo con la típica frase " sabis que me da lata ir wn, te llamo"
Fome o Ñoño, conversando con amigos he encontrado adeptos a mi cruzada. Casi nadie, luego de traumáticas experiencias, quiere volver a salir la primera noche del año. Perderse en un mar de gente, pagar por no disfrutar o terminar en un servicentro comiendo completos fríos se suman a la lista de malos recuerdos. Peor para algunos incluso, es pasarlo fuera del hogar, Nunca la cama de uno fue lo más preciado así como se le añora al pasar horas y horas sentado en un bus.
Me carga esa obligatoriedad a reventarse como piojo entre alcohol y baile, para llamar a las 7 de la mañana desde La Tiera Prometida que resulta ser en esa fecha El Mercado Central. Comiendo un plato que sube de precio usualmente en esa época junto a 600 tipos tan tóxicos como uno "desea" estar, para después contarlo como la anécdota de tu vida.

Pelmazo
Escucho: Trobles Love me de Morrisey del disco Maladjusted.
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