Yo Declaro

Se acabaron las cosquillas. Hace rato que no me río de sus historias, ni menos de sus chistes. Dejo a un lado sus consejos y me doy vuelta si sé que está "presente".

No sé cómo esto me fue de las manos, al punto de estar escribiendo otra vez sobre algo que suele resolverse en días de distancia.

o en horas de ausencia.


Entre la angustia de saber que no tengo la exclusiva, que quizá ni siquiera corra (o haya corrido) como un favorito y el acto humillante de rendirme a sus peticiones; he pensado en declararme.

Lo leo y suena patético. Declararse, ya sea mi experiencia personal y la de miles de amigos, ha sido históricamente el acto más errado y a la vez, liberador, de toda relación amorosa. Herederos ilusos de la tradición cinematográfica norteamericana, creemos dentro de la locura que es sentir y no expresar, que el declararse será a fin de cuentas, la maniobra acertada dentro de un contexto de malos manejos. Más que lanzarse al vacío, es rebotar con la muralla.

Nunca hay buenas respuestas. Jamás.

Este iba a ser un post sobre otro tema. Un tema de esos que da gusto escribir y por lo que, en parte, son la base creativa de este blog. Pero es tanto la inquietud del asunto, que hablarlo es imposible, pensarlo me agota y obviarlo es suicida. Escribirlo, plasmar esto en un soporte a modo de "esto pasa", se transforma en lo más sano por el momento. Porque como todas las cosas

Esto debe terminar, y pronto.

La veo a diario y nunca puedo distiguirla. Ella se pierde entre los presentes y se ausenta en las horas críticas. Cada vez aparece con menos predicción y me pone a prueba de las formas más insólitas. Es tan bella, que el garbo natural le perjudica cuando se deja impactar con las imágenes de su propia persona, reflejadas en el asombro de los demás, a modo de espectadores cautivos que no fueron invitados al evento que son, sus palabras.



Yo declaro; mi rabia
con los ojos cerrados.




Escucho: Corazón Delator de Gustavo Cerati. Tema que musicaliza todas estas letras.