Por puro placer

lunes, 30 de junio de 2008

El Gran Pez


En esas sobremesas entretenidas de verano, partiendo una sandía, comiendo uvas grandes y sin pepas muy dulces o helado del que uno suele comer cuando hay visitas, hablábamos en familión sobre que pasaría si se te mueren los papás. Entre los presentes, habían muchos compadres y ahijados. Serio y medio en broma, se resolvió con la boca llena qué hacer.

Yo me quedaba con tía Adriana y Tío Manuel.

Debe haber sido como inicios de los 90, cuando ellos vivían en la casa grande de terraza y azotea que daba hacia la ciudad y el mar con una vista privilegiada del puerto. La época dorada, con computadores, mucha música y regalos para todos. Íbamos a la playa en el Troncomóvil o en Citroën que se levantaba atrás como las micros de ahora. El tío era uno de los socios de la representación de Savory en el norte, por lo que helados y promociones habían siempre. De panes con queso en el microondas y lasaña o cuando estaba en la radio más cool fm de antofa y nos mandaban saludos. La pecera gigante eterna y los chocolates para el viaje.

Siempre era la primera visita al llegar. Ya más grandes, y en su casa de condominio hecha a la medida, se cocinaba lo que habíamos pescado durante todo el día. Con él aprendí a bucear, manejarme con un snorkel y usar un arpón. Freír a la orilla de la playa que casi nadie conocía y escucharle las historias cual Big Fish con él como protagonista. De marina, buceo y en lides burocráticas. Todos vestidos con sólo nuestros trajes de baño y con un trozo de Tomollo frito en la mano. Muy quemados.

Mis papás lo denominaron a él y tía Adriana como mis padrinos. En parte porque años atrás él fue importante en la vida de mi propio viejo, pieza clave en el manejo del matrimonio de mis papás en el norte e incluso ayudó siempre con apuro a los que no podían y en su momento a los abuelos. Es increíble cómo cuentan que su llegada a la familia no fue de las mejores y que de paso se transformó en el primer Don de la familia. Alegre, jugado y muy movido. La vida le dio una vuelta y las cosas en lo económico lo perjudicaron. Casi lo pierde todo y cuand0 lo vi para el año nuevo, me contaba, ya sin nadie más que yo escuchándolo que aún era el héroe de arpón y palabra que salía adelante. Amante de sus hijos y de su nieto que lleva su nombre.

Murió anoche por un cáncer que lo hizo mierda en todos los sentidos en menos de noventa días. Triste y muy resignado, la Ana, en esos azares que aún no entiendo pero agradezco, pudo verlo, almorzar con él y darle todos nuestros saludos. Él le dijo que no llorara y que todo se iba a solucionar. Que recordara lo bueno y el cariño de familia en las buenas y en las malas.

Buen viaje tío. Gracias por todo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué buena historia y qué buen homenaje. Mi tío es muy parecido al tuyo. Y con él tengo casi una relación padre-hijo. Vive al lado de mi casa y, de vez en cuando, nos ponemos a charlar de la vida. Siempre después de comer juntos. Me relata sus increíbles aventuras de niñez y adolescencia, llenas de personajes y eventos místicos. Todo esto antes que se convirtiera en un viejo monotemático, como él se declara.
Y, como en Big Fish, por mucho tiempo tomé la actitud de grande de Will Bloom, y sus historias comenzaron a carecer de veracidad para mi. Hasta que descubrí su magia y su tremendo valor, y gente extraña comenzó a testificar muchas de sus historias. Sólo callé y volví a escuchar cual niño sus magníficas historias, que, aunque me las cuente mil veces siempre me sorprenderán. Ese es su mejor regalo.
Sin duda, tú sigues en perfecta armonía la valiosa herencia sentimental (y, por qué no, mística) de tu tío, continuando con la tradición de relator de historias. Todo un orgullo para estos viejos y poco reconocidos estandartes que, poco a poco, comienzan a marchar.

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