Por puro placer

miércoles, 28 de febrero de 2007

Chocolate y TV: Vacaciones al ritmo de la conexión



"- ¿Cómo supiste que estaba en casa?
-Porque tipos como nosotros siempre están en casa"
Lester Bangs, Almost Famous (2000)


Han sido buenas vacaciones.

Contrariando la idea veraniega de playa a destajo, carretes que rayan en la adicción y Sol como para preocuparse de cáncer a la piel; estuvieron mis días en Antofagasta, algo así como la segunda ciudad de residencia de mi familia y centro obligado de vacaciones y descansos eternos.


Mi rutina era tan común que rayaba en el absurdo. Mientras mis viejos y mi hermana se levantaban con la bruma costera a las 8 de la mañana para aprovechar la buena temperatura del mar y el que había poca gente a esa hora, yo dormía. Prefería levantarme dos horas más tarde y tomar leche con chocolate en piyamas al mismo tiempo que prendía los matinales para ver la cagada que estaba en Santiago por culpa de las micros. También, leía los diarios uno por uno en la mañana a través de Internet en el compu que traje a mis vacaciones.

Ñono o no, la pasé de lujo. Ver y leer todo eso para luego girar la cabeza hacia el ventanal con vista al al mar daba una exquisita sensación de alegría. Luego, la preocupación era qué comer al almuerzo y comprar el diario local antes que cerraran el quiosco, porque de 3 a 5 de la tarde, en Antofagasta, la gente va a sus casas a comer y dormir una siesta.


Las noches eran relajadas. Si me aburría de comer mariscos invitados por amigos de mis papás, me iba a la casa con una Kunstmann con sabor a miel o una pizza individual de la telepizza. Seinfeld o Los Simpson eran la excusa para reírme con la boca llena y a veces, una peli del cable tenía otro sabor con cabritas de microndas.


Sólo tres grandes idas a la playa recuerdo. De esas, dos fueron en Taltal, un pueblito que tiene como música de fondo a la Orquesta Huambaly y cuyo entramado social se quedó pegado en la primera mitad del siglo pasado. Pese a que la gente andaba triste al perder en un incendio su centenaria iglesia del siglo XIX, las voces en las calles y su vieja arquitectura sigue encantando con esa extraña mezcla de pueblo García Marquezco y caserío del Oeste.


Para quienes esperaban confesiones desgarradoras de alcohol y sexo, desenfado madrugador a un costado del puerto, relatos cargados de vértigo dentro un mercado pesquero, sin duda se equivocaron de Blog, o simplemente, de persona.






Escucho: La Marca Oficial de Leo Quinteros

1 comentario:

cristóbal dijo...

Don Gallo: no sabe cuánto le envidio esas vacaciones. Si algo echo de menos es justamente el aislarme y poder disfrutar de lo que muchos no se dan cuenta: la tranquilidad y el poder hacer lo que uno quiere, aun cuando eso sea no hacer nada.

Un gran abrazo, y nos seguimos debiendo las chelas para conversar

Alguna vez fueron portada

Seguidores