
Ella, en un extremo del banco, cierra los ojos y baja la cabeza en un femenino movimiento donde curva su espalda. Él, detrás de ella, se muerde los labios y la consuela con su mano en el hombro descubierto. Los mira la gente que deambula por la calle.
En un parque, a media tarde, dos escolares comienzan a pararse del pasto a esa hora seco. Ella recoge el trozo de pañuelo cada vez más redondo y pequeño; Solloza. Aunque insiste en llevarle la mochila, él no manifiesta preocupación alguna más que en mirar la hora en su celular. Ambos se arreglan el pelo mientras a su lado pasa una bicicleta.
Hace calor, pero es templado por un fuerte viento que hace levantar hojas y tierra. Gana fuerza con los autos que escasos por la hora, circulan rápido por la céntrica calle. Bajo un edificio en la vereda, la escena perfecta: Ellas se funden en una sola en medio de un erótico beso. No tienen más de 16 años y sus ropas denotan la simpleza de la gente común, pero se diferencian por la explayez de sus sentimientos y sus manos una en la otra. A la vuelta, todo se rompe por la insolente frenada de un auto corriente.
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