Por puro placer

martes, 9 de agosto de 2005

Suburbios

Tengo una tía que siempre que viene a verme, resalta lo bello de la vista y de las ventajas de vivir en el centro de Santiago.

Pero, también, termina sus frases con una que me evoca muchas cosas. "yo no cambio mi casa".

Su casa. La casa de la tía marité está ubicada al lado de una casi semejante a la suya en un barrio que parece homogeneo, pero que se esfuerza a diario en ser distinto. La tía vive en La Florida.

No sé por qué, pero de tanto ir a visitarla, ya me gusta su barrio y su comuna. El entorno me evoca a vidas semejantes y gente que lo único que desea es descansar. Que hacen vida los fines de semana y durante el resto de los días ocupan sus viviendas como verdaderos "hoteles", sólo para comer y dormir

Me gusta cuando hacen asados, y los aromas se entremezclan y entran en sus patios obligando a muchos a cambiar el almuerzo. Envidio sus jardines traseros con pasto y árboles que dan sombra en verano y que junto a sus hojas, descansa una siempre necesaria lámpara.

Me encanta regarle el pasto y sus plantas, darle comida a sus canarios y mirar a la gente cómo pasa con sus historias tal como una película, sentado en la banca que da a su pasaje.

Porque cuando era chico y el mundo para mi no era más que un grupo de cosas rutinarias y complejas, viví en un suburbio.

Al sur de Santiago, la vida es distinta. La lluvia no se disfruta, sino que se teme. Los viajes son largos cuadros de paisajes repetidos y el mundo es más real que nada.

Pero, aunque paz ciudadana no me crea, se es demasiado feliz.

Ya llega la primavera, y donde la tía, como nunca, espero ese momento único en que al mirar el cielo, puedo saber con tranquilidad que todo está cambiando, junto a una cálida brisa.


Al Sur de Santiago



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